martes, 17 de junio de 2014

MEDITACIÓN





Cierro los ojos. No pienso. Solo siento mi cuerpo. Siento el aire entrando y saliendo de mí, acariciando suavemente mis fosas nasales, siento el aire penetrando en mis pulmones, llegando al fondo de ellos como algo mío. Es extraño que sienta el aire como algo tan mío cuando circula libremente. El aire sobre el aire, posándose en otras personas, en otros orificios, en otras pieles. Me sonrío. No pienses. Siente. Solo siente.


Me gusta esta sensación de consciencia, esta forma de sentir mi cuerpo de una forma tan definitiva. Sigo respirando. Me recreo en mi carne. Aparecen escenas de sexo. Con él, conmigo, con otros, escenas reales, fantasías, escenas de ayer mismo, de hace unos días.

Siento el deseo crecer, lo siento propagándose como un virus, como una ola enorme que cae sobre mí y me revuelca dentro de mi deseo. El deseo inflama mi carne. Mi sexo se hincha de sangre y de ganas. Pero no me muevo. Me mantengo en este estado de semiinconsciencia, me mantengo en esta cachondez lenta y dirigida, en este deseo dúctil y manejable. Mi cuerpo estático, mi mente aquietada y el deseo paseándose en mi cuerpo.

Percibo el cosquilleo del deseo como una mano invisible que me acaricia, observo mis reacciones intentando alejar de mí los pensamientos, las imágenes. Es extraño que pueda sentir el roce de algo que no me toca. Pero lo siento. Una caricia pequeña que recorre mis labios y baja hasta el cuello, se abren mis poros y se eriza mi vello. Aprieto los muslos, se tensan los músculos y se afloja mi culo y mi coño.

Deseo que esa caricia me envuelva por completo. El deseo es más rápido aún que el pensamiento, se hace patente sin pensar. Es raro pero delicioso. Mi caricia se detiene en los pezones. Me parece que alguien los esté sorbiendo. Se endurecen y se ensanchan. Una culebra recorre mi nuca y algo empuja mi vientre. Se desliza por el pecho para balancearse en el ombligo, toca mi pelvis, la elevo instintivamente porque hay un animal dentro de mí que sabe más que yo. Lo sabe todo de mí, de mi cuerpo, de mi deseo.

Contemplo mi cuerpo desde ese estado de semiinconsciencia. Ser y no ser. Sentir, sentir. Noto en la humedad de mis muslos mi coño encharcado. La caricia se resbala entre mis labios y se introduce por mi agujero. Se me escapa un gemido roto. La caricia crece dentro de mi coño y, al tiempo, se posa en mi clítoris y penetra mi ano. Se hace más grande más patente.

Un gran chorro de luz me inunda. Quizá sean los dioses. Mi pelvis se mueve hacia atrás y hacia adelante mecánicamente, impulsada por la fuerza de mi lascivia. La caricia se hace más caricia, gira en mi coño dándome un placer único, roza mi culo, abarca mi clítoris hinchado y acuoso. Creo que me estoy licuando en la caricia. Mi cuerpo tiembla. Soy consciente de todo mi cuerpo, de cada poro abriéndose, de como se tensan mis pies con la caricia, de como sube y baja el deseo por mi espalda y cruje en mi cuello, de como oscila mi cabeza. Vuelvo a alejar los pensamientos para fundirme con mi sentir. Todo mi cuerpo flotando sobre la caricia, dentro de ella, con ella.

Un placer desmesurado y blando me alcanza, hace temblar las paredes de mi culo, me muerdo el labio levemente, se hace más y más grande y quiero gritar de puro vicio, balbuceo a bocanadas ella aire y lo destrozo, mi coño se contrae y pide más. La caricia crece y crece y el placer salta por mi cuerpo zarandeándome como a una marioneta. Todo mi coño contraído y expandido, todo mi coño mío, y mi cuerpo mío y mi cuerpo coño, y placer y más placer. Y la luz inundándome de calma, gozo y vida desde un Universo que me crece dentro: deseo.


jueves, 12 de junio de 2014

ABRE LA BOCA








Los viernes por la noche son contradictorios, prometedores pero cansinos, luminosos pero algo decepcionantes...claro que siempre queda el sábado como último cartucho.

Madrid me miraba con cara de chuloputas desde su calor y su prepotencia. Miré los mensajes del móvil y me sonreí. No tenía ganas de quedar, o mejor dicho, el tío que me apetecía no estaba disponible (quién sabe...quizá seas tú el tío disponible).

Al llegar a casa me descalcé y me quedé con unas bragas y una camiseta. Pensé en escribir algo y acostarme pronto. Me puse un copazo y destapé un tarro de banderillas (sí...me molan las banderillas). Abrí un enlace de vídeos porno. Algunos vídeos me fascinan por su estética, otros por su simplicidad, me gustan mucho los videos de mamadas. Hay pocos videos porno que me pongan por los tíos , no sé si le pasará a alguien más pero si fuera director de porno me lo haría mirar...ah bueno y también me molan los vídeos de bdsm. En general el porno que más me gusta es el amateur, sobre todo cuando es cutre, no por cutre sino cuando por lo cutre se le nota el amateur.. (puede que esto ya lo haya contado alguna vez...he contado tantas cosas...)

Como estaba algo triste me puse a Janis (a Joplin, se sobreentiende) . Me gusta oír a Janis cuando estoy triste, siempre pienso: “ Esta hijadeputa estaba más triste que yo , pero cómo cantaba la jodía” Hay un dolor evidente en la voz de Janis, pero también una alegría oculta, algo que ella disimulaba, o que yo creo que disimulaba o, sencillamente, que quedaba disimulado debajo de su tristeza. A mí me gustan esas cosas escondidas en la evidencia, ese algo que solo yo soy capaz de captar. Puede que la gente especial, como Janis, quede hundida en la tristeza de este mundo, como cuando caes en aguas pantanosas y terminas irremediablemente en el fondo del fango porque no se ve tu verdadera esencia... pero esa alegría sobrevive, o esa forma de hacerse grande, no sé.

Estuve vagando de aquí a allá. No tenía ganas de escribir. Entendí por qué a esto de sentarse delante de un ordenador y no hacer nada le llaman navegar. Me puse otra copa. Visité varios blogs que me gustan. Abrí mi messenger. Lo cerré. Fui a varias webs de fotos. Volví a abrir el messenger.

- Hola
- Coño ¡cuánto tiempo! ¿donde te habías metido?
- Por ahí...
- Pues hacía un montón que no te veía... ¿Sigues con tu blog?
- Así, así... tengo poco tiempo últimamente
- ¿ Y sigues quedando con gente?
- Así, así...tengo poco tiempo últimamente...
- Echo de menos tu risa. ¿Qué haces?
- Nada, pensaba ponerme a escribir pero no tengo muchas ganas, estoy tomándome una copa y viendo videos...
- Buen plan...
- Será para ti...
- ¿Y qué estás viendo?
- Porno
- ¿Te mola el porno?
- Lo que más.
- Jajajaja , que jodía, nunca sé cuando hablas en serio
- Yo tampoco, corazón, yo tampoco, pero sí que me gusta. Anda cuéntame ¿qué es de tu vida?

Estuvimos charlando un rato y riendo, hablamos de amigos comunes, de historias, de viernes aburridos, de libros, de música, de sexo, de hombres, de mujeres, de líos.

- ¿Puedo proponerte algo?
- Claro, hoy puedes proponerme lo que quieras, otra cosa es que te siga el rollo...jajajaja
- Que mala ¿estás en Madrid, no?
- Hoy sí.
- Ya... ¿Quedarías conmigo? Tenemos una cita pendiente, hace muchísimo que no te veo, yo creo que más de dos años. Quiero decir, hoy, ahora...
- ¿Ahora? ¿Ahora mismo? Pero ¿chiquillo tú sabes cuántas copas llevo?
- Venga va, en una hora y poco podría estar en Madrid...no te preocupes por las copas, te paso a buscar.
- Calla, calla, bufff, que ya me estoy poniendo cachonda...
- ¿Sí? ¿Quedamos entonces?
- Vale
- ¿Vale? Mmmmm ¿Has quedado alguna vez con un desconocido en un hotel?
- Jajajajaja, que vaaaa, en mi vida, además, tú no eres un desconocido.
- Que cabrona. Bueno pero podría serlo ¿ entonces paso a recogerte?

Se hizo un silencio largo. Me gustan los silencios. Me gusta disfrutar de ese momento en que siento que está nervioso y duda de si le estoy tomando el pelo o realmente voy a quedar con él, ese instante me pone muy cachonda. Ese trance me pone a mil. ¿Calientapollas? Quizá. Mola.

- No, no hace falta que vengas a buscarme. Mejor quedamos en el hotel 3 Luces a la una. Quiero que me sigas el rollo. ¿Serás bueno conmigo?

Duda un momento. Sé que está cada vez más inquieto, más confuso, más excitado.

- Sí, haré lo que quieras.

Hago otro silencio a propósito. Un silencio extenuantemente largo. Pero él espera. Me satisface su espera.

- Bien. Quiero que llegues tú antes al hotel, quiero que me esperes en la cama, desnudo, con los ojos vendados y la polla bien dura. Como no tendré la llave dejarás la puerta arrimada para que pueda entrar.
- ¿Y qué me harás?
- Lo pensaré por el camino...
- Que hijadeputa eres. Me tienes durísimo. No sé si voy a poder aguantar cuando te vea.
- Sí, claro que aguantarás, aguantarás todo lo que yo quiera, o me iré.
- Zorra.
- Jajajaja

Cerré el messenger. Me di una ducha y me vestí. Le imaginé conduciendo con su rabo tieso y el corazón a mil mientras me pintaba los labios. Me sonreí.

Al llegar al hotel me esperaba tal y como le había pedido. Le saludé con suavidad. Estaba tumbado sobre la cama, su polla brillaba de ansia y se había puesto un foulard alrededor de los ojos. Le besé dulcemente los labios y pasé mi lengua por ellos.

- Abre la boca y saca la lengua...

Se la acaricié levemente con la punta de la mía. Le acaricié el borde de los labios y rocé los míos con los suyos.

- Mmmmm, me gusta tu polla así, bien tiesa – le susurré

Él iba a decir algo pero le cerré la boca con un beso, muy suave, muy cerdo, lamiéndole los labios, metiéndole la lengua, jadeando sobre sus labios

- Shhhhhh, shhhhh no digas nada...aún. Tengo un deseo.
- Cual – respondió él tímidamente
- Quiero que seas mi esclavo, que hagas o te dejes hacer lo que me apetezca.
- Joder me estás asustando, ¿te va eso de la dominación?
- Puede. Desde luego ahora mismo tengo ese deseo, la idea de poder hacerte todo lo que quiera me pone jodidamente cachonda. - Y resalté ese  j o d i d a m e n t e  todo cuanto pude.
- A mí me está poniendo jodidamente cachondo verte así de mandona.

Le agarré la polla con muchísima dulzura, acariciándosela brevemente y pasándole el dorso de mi mano y dejando que mis dedos la enlazaran y le hicieran cosquillas en la polla y en los huevos; contuvo la respiración y, entonces, apreté un poco más su rabo, lo sentía latir en mi mano, caliente, duro, vivo..

- Sí, sí, sí, quiero ser tu esclavo, esta noche jugaremos a tu juego, a lo que tú quieras...

Me separé de él un momento para observarle. Estaba tumbado y visiblemente excitado, sus ojos tapados y su boca ávida de mí. En realidad podría quitarse el pañuelo, agarrarme y follarme contra la pared en cuanto le diera la gana, pero no lo haría. Yo sabía que no lo haría, que lo que en realidad le estaba poniendo como loco era que ambos sabíamos que no haría absolutamente nada que yo no quisiera. Me dio mucha ternura que se entregara a mí de ese modo, me pareció vulnerable y terriblemente fuerte al mismo tiempo. Me mantuve en silencio y esperé.

Me parecía estar delante de un horno mientras sube el bizcocho, hinchándose lentamente, abriendo cada vez más sus esporas, sudando su propia calentura. Su pecho subía y bajaba. Su polla parecía que iba a estallar. El silencio se hizo mi cómplice. Después de un rato susurró:

- ¿Estás ahí?

No contesté y volvió a preguntar

- ¿Estás ahí? Di algo por dios...
- Shhhhhh

Avancé hacia él, me saqué la falda y las bragas y me subía a la cama, me puse en cuclillas sobre su cara.

- Abre la boca y saca la lengua

Volvió a sacar la lengua esperando recibir mi lengua de nuevo, supongo. Acerqué mi coño a su boca. Su lengua me pareció un animal resbaladizo y enérgico apresándome los labios. Él se dio cuenta de que lamía mi coño y gruñó como un cerdo, alargaba la lengua para llegar a mí más profundamente y yo movía las caderas adelante y atrás para darme gusto.


Se la acaricié levemente con la punta de la mía. Le acaricié el borde de los labios y rocé los míos con los suyos.

- Mmmmm, me gusta tu polla así, bien tiesa – le susurré

Él iba a decir algo pero le cerré la boca con un beso, muy suave, muy cerdo, lamiéndole los labios, metiéndole la lengua, jadeando sobre sus labios

- Shhhhhh, shhhhh no digas nada...aún. Tengo un deseo.
- Cual – respondió él tímidamente
- Quiero que seas mi esclavo, que hagas o te dejes hacer lo que me apetezca.
- Joder me estás asustando, ¿te va eso de la dominación?
- Puede. Desde luego ahora mismo tengo ese deseo, la idea de poder hacerte todo lo que quiera me pone jodidamente cachonda. - Y resalté ese  j o d i d a m e n t e  todo cuanto pude.
- A mí me está poniendo jodidamente cachondo verte así de mandona.

Le agarré la polla con muchísima dulzura, acariciándosela brevemente y pasándole el dorso de mi mano y dejando que mis dedos la enlazaran y le hicieran cosquillas en la polla y en los huevos; contuvo la respiración y, entonces, apreté un poco más su rabo, lo sentía latir en mi mano, caliente, duro, vivo..

- Sí, sí, sí, quiero ser tu esclavo, esta noche jugaremos a tu juego, a lo que tú quieras...

Me separé de él un momento para observarle. Estaba tumbado y visiblemente excitado, sus ojos tapados y su boca ávida de mí. En realidad podría quitarse el pañuelo, agarrarme y follarme contra la pared en cuanto le diera la gana, pero no lo haría. Yo sabía que no lo haría, que lo que en realidad le estaba poniendo como loco era que ambos sabíamos que no haría absolutamente nada que yo no quisiera. Me dio mucha ternura que se entregara a mí de ese modo, me pareció vulnerable y terriblemente fuerte al mismo tiempo. Me mantuve en silencio y esperé.

Me parecía estar delante de un horno mientras sube el bizcocho, hinchándose lentamente, abriendo cada vez más sus esporas, sudando su propia calentura. Su pecho subía y bajaba. Su polla parecía que iba a estallar. El silencio se hizo mi cómplice. Después de un rato susurró:

- ¿Estás ahí?

No contesté y volvió a preguntar

- ¿Estás ahí? Di algo por dios...
- Shhhhhh

Avancé hacia él, me saqué la falda y las bragas y me subía a la cama, me puse en cuclillas sobre su cara.

- Abre la boca y saca la lengua

Volvió a sacar la lengua esperando recibir mi lengua de nuevo, supongo. Acerqué mi coño a su boca. Su lengua me pareció un animal resbaladizo y enérgico apresándome los labios. Él se dio cuenta de que lamía mi coño y gruñó como un cerdo, alargaba la lengua para llegar a mí más profundamente y yo movía las caderas adelante y atrás para darme gusto.

Agarré un bote de lubricante con sabor a cereza y le eché unas gotitas sobre el pecho para que advirtiera su frescor. Le lamí los pezones y bajé con mi lengua hasta su pubis. Tenía los huevos encogidos. Apreté el tubo y eché un buen chorro sobre su polla. Esta resbaló con tanta armonía entre mis dedos que parecía que fuera a salir música de ahí. Su polla se deslizaba en mi mano acompasada y delicadamente. Acerqué mis labios a su polla, abrí la boca y saqué la lengua. La dejé pasar por su prepucio. Una vez, otra, otra, daba pequeñas lamidas para ponerle nervioso o dibujaba cuidadosamente con la punta su frenillo. Mi lengua subió y bajó varias veces por el tronco hasta los huevos y, finalmente, abrí la boca y metí su falo. Despacio. Lenta y muy profundamente. Tan profundamente que sentía mi garganta inflada por su polla y algunas lágrimas encharcándome los ojos.

- Dios, me matas, cómo mamas, cabrona, ohhhh, en mi vida...niña...
- No se te ocurra correrte. Aún.
- Para, por favor, que no sé si puedo aguantar.

Por supuesto, no paré. Seguí con mi mamada lenta y profunda, saboreándole como si fuera lo último que fuera a comerme en mi vida y me ponía loquísima con sus súplicas.

- Joder, joder, por favor, te lo suplico, para, por favor, que me voy a correr....

Pero no se corrió. Cuando le sentí que no podía más, paré. Me tumbé entre sus piernas y pasé las mías sobre sus caderas, abrí las piernas y dejé caer el lubricante sobre mi coño. El frío del gel me hizo dar un respingo de gusto, sentía aquella textura inundándome de cerdez, acaricié mi rajita para extender el gel, rocé mi clítoris untuoso y metí un dedo en mi agujero, luego dos, me pajeé delante de él, muy guarra, muy lúbrica, hacía ruido a propósito con mis dedos en el coño para provocarle: chofchofchof...

- Come.

Al incorporarse su polla rebotó contra su vientre. Me agarró los muslos y metió su boca en mi raja. Parecía una garrapata succionándome el coño. Despacio, muy despacio. Suave, muy suave. Como a mí me gusta. Su lengua me hacía caricias y encharcaba mis labios. Daba lamidas sobre mi clítoris, le daba golpecitos o apenas si lo rozaba con la punta de la lengua. No quería correrme. Quería prolongar mi placer cuanto fuera posible. Así que esperé. Aguanté cuanto pude, hasta que le supliqué que me follara. Necesitaba su polla en mi coño.

Me sujetó las piernas y las enlazó sobre su cintura y de una embestida metió todo su rabo en mi sexo. Le sentí tan duro que pensé que podría levantarme con ella. Salía y entraba lastimosamente despacio, podía sentir todo el recorrido de su polla dentro de mí, hasta que sentí que me iba a correr. Volví a parar.

Los dos respiramos levemente. Volví a echar lubricante en su polla, en sus huevos, en su culo, me encantó sentirle sucio y pringoso, saqué la lengua y volví a ponerla sobre su rabo, bajé despacio hasta los huevos, lamí su rafe, alcancé el perineo y él instintivamente abrió las piernas y elevó la pelvis. Introduje mi lengua en su culo. Daba lamidas cortas y rápidas, o más prolongadas y lentas. Le oí jadear fuerte y murmurar cosas que no entendí. Alcancé nuevamente el lubricante, unté mi culo con él y metí parte del dildo malva en mi ojete. Lo dejé ahí mientras seguía comiéndole el culo. A él le sentía fuera de sí, dejándose llevar por la inercia de mi puterío. Estaba cada vez más excitada y sentía como mi culo se dilataba de gusto. Me elevé hacia él.

- Coge el dildo con los dientes y sujétalo.

En cuclillas sobre su cara, el dildo se deslizaba dentro de mi culo acariciándome por dentro. Más que un placer físico era el morbo de esa dominación lo que me producía más gozo. Observar su polla a punto de estallar mientras sus dientes sujetaban el dildo como si fuera mi juguete, me producía un sacudida por dentro más allá del placer. Era más como un ataque de lujuria. Como una furia que me estaba creciendo por dentro. Pero una furia lenta, poderosa, fantástica. Yo sí que no pude aguantar. Me rompí en un maravilloso orgasmo que me hizo temblar y maldecir, una corrida que me hizo jurar y gemir y sentirme flotar sobre el Universo.

Estuvimos jugando hasta caer rendidos. La última vez que abrí los ojos comenzaba a amanecer. Jugamos con el pañuelo y con las perlas, usamos todos mis juguetes, acabamos con el lubricante. Me corrí varias veces por el culo y otras tantas mientras su polla sacudía mi coño rabioso. Él se corrió en mi boca, en mis manos y en mis tetas. Yo me sentía como poseída por mi desenfreno y exhausta. Las corridas por el culo son bestiales, a mí al menos me remueven de una manera única y me dejan agotada y feliz.

Y él...se busca en cada uno de mis cuentos...


lunes, 2 de junio de 2014

MARTA Y LA TEOLOGÍA





Marta siempre me penetra con sus frases contundentes y esa sonrisa de niña puta. A veces me pregunto cuanta realidad puede caber en una sola frase. Porque Marta tiene el don de llenar cada una de sus frases con una rotunda realidad: “Una polla sabe a un jodido culo, tía, y nada más”.  Le digo que eso va en gustos, que las que yo he probado me han sabido a gloria. Cualquiera podría pensar que a Marta le falta un poco de poesía y yo, en cambio, que cabalgo sobre cada una de sus oraciones como una diestra amazona, a la inglesa, tum tun tum tun tum tun, apretando el culo, conteniendo la respiración, enderezando la espalda, creo que hay algo mágico y lleno de poesía en esas frases clarividentes. Desde luego si hay algo que me mola de Marta es su total falta de tacto para decir lo que piensa. Pasa de retórica y de zarandajas.

Y así vamos pasando de un tema a otro mientras yo tropiezo cada dos por tres en su ajustada sonrisa. Hay personas con las que es muy fácil desnudarse. Y hablamos de hombres y sexo, y sexo sin hombres. Y hablamos de cosas muy duras descojonándonos de risa, por que cuanto más duro es un tema más hay que reírse. Eso Marta lo sabe, pero hay muy poca gente que de verdad sepa esto.


Luego me quedo suspendida en mis divagaciones al respecto, como que lo que tú le das a un tío en una mamada siempre es en progresión geométrica (sé que hay muy pocos que sepan que es la jodida progresión geométrica…pero aún menos qué es lo que se da en una mamada, cosas de la teología ) Y lo peor es que las mates se me han dado fatal siempre. Y que sé que esa progresión geométrica seguirá su curso perseculam seculorum, conmigo o sin mí. Pero que detrás de todo eso, y por mucha poesía que le busque, para Marta  hay una sola verdad indisoluble: una polla sabe a un jodido culo.


Pero siempre vuelvo a mí. Lo que yo doy es solo lo que busco. O debe serlo. Que mágico me parece hoy eso de conformar la realidad. Eso lo sé o no podría seguir. Sí que debe ser cierto que somos lo que pensamos. ¿Qué si no?


El caso es que mientras Marta hablaba, a mí me parecía estar observando a una Diosa (paso de religiones pero las Diosas molan) disertando sobre una especie de teología. La mística de Marta. El oráculo del culo. La polla sabe a culo.



Que lo sepas.


(La canción la subo porque a Marta le encanta...)


Este post ya lo había subido, pero es que hoy me he acordado mucho de Marta. Te echo de menos, cabrita, que lo sepas.